8.2.16

Mi primera vez



2013. Estonia. 
Con este viaje comenzó todo. Pasar de no haber salido de España a de repente encontrarme a más de 4000km de casa. 
He de admitir que cuando cogimos el bus desde Tallin a Narva Joesuu me entró un poco de pánico. Pensaba en todo el camino que llevaba y en la odisea que sería volver. 

Llegamos a nuestro destino después de casi 12 horas de viaje. 
Narva Joesuu es una pequeña ciudad que está junto a la frontera de Rusia. Allí llevaríamos a cabo nuestro intercambio y allí, estaban todas las personas que nos acompañarían en esta experiencia. 
Todas y cada una de estas personas acabarían siendo parte de nosotros. Parte de la historia de nuestras vidas. 

Era como si estuviese en otro mundo. Al principio sentí un poco de impotencia al no poder expresar todas mis emociones. Es difícil hacerte conocer cuando no hablas un mismo idioma aunque con ello aprendí que la sonrisa es internacional y que con un gesto puedes expresar muchas cosas que serían difícil explicar con palabras.

No se me olvida el sentimiento de libertad que experimenté en esta semana. Sentía que estaba aprendiendo, que había dado un paso enorme. Que estaba creciendo, me estaba llenando de vida y vaciando de prejuicios. 

No hay mayor satisfacción que sentirse en paz con uno mismo y uno está en paz consigo cuando se da lo que merece. Esa fue la moraleja que saqué de este viaje. 

Todos los miedos, prejuicios e ideales con los que emprendí camino se disiparon y pasé de no saber donde me estaba metiendo a no querer salir del lugar. 

Allí, en aquel rinconcito mágico del mundo, verde y bañado por el mar báltico me di cuenta de todo lo que me aporta viajar. 

Viajar engancha. Me atrevería a decir que es como una droga. Pero una droga sana. Una droga que te activa todos los sentidos y que te provoca una explosión de emociones.